dissabte, 5 d’octubre del 2013

Mi pequeño y gran secreto.

Estimado lector de este blog, me presento. Mi nombre es Alba y he creado este blog con la finalidad de compartir mis pensamientos. Uno de ellos es que personalmente, creo que todo el mundo tiene derecho a quejarse. Sí, a quejarse. Por cualquier cosa. Quejarse es lo que mejor sabemos hacer, parece que solo nacemos para eso, no hay nada con lo que nos conformemos. ¿En invierno? ¡Qué frío! ¿En verano? ¡Qué puñetero calor! ¿Alguien con sobrepeso? ¡Debería adelgazar! ¿Alguien delgado? ¡Le vendrían bien unos kilos de más! ¿Tienes el armario lleno? ¡No sé que ponerme! ¿En tu armario solo hay varias prendas? ¡No tengo ropa! ¿No tienes trabajo? ¡Vaya mierda, no puedo ganarme la vida! ¿Trabajas? ¡Vaya mierda, odio trabajar! Y puedo poner muchos ejemplos más. ¿Qué quiero decir con esto? ¿Que en invierno no hace frío, que los gordos deberían comer más, que trabajar es genial? No, señores. Con esto quiero decir que sí, que si nos quejamos, es porque tenemos razones para hacerlo, no decimos ni una mentira. Pero, ¿quejarse solucionará los problemas? Es cierto que hay revueltas que han llegado a salir victoriosas en contra de algunos problemas contra el gobierno, por ejemplo. Pero, solo algunas. Además, muchas de estas revueltas han llevado a cabo violencia y otros aspectos negativos que no nos llevan a ninguna parte. Pero me estoy yendo del tema. Lo que quiero decir, es que el 99% de nuestras quejas, no solucionan absolutamente nada, y su única finalidad, ¿sabéis cuál es? AMARGARNOS. Nos amargamos a nosotros mismos, constantemente. Nos quejamos de todo y de todos, luego decimos que por qué tenemos tantos problemas.
Ahí es a donde quería llegar. La clave está en la actitud, en cómo nos tomamos las cosas y cómo solucionamos los problemas. Pondré una pequeña ilustración, dos hombres. Un hombre que tiene una actitud positiva, y un hombre con una actitud 'española' (quejars y quejas). Pasan por la misma situación.
El hombre sale del trabajo, y vuelve a casa con su coche. Y de repente, ¡pum!, pincha una rueda.

2o hombre, con actitud española: - ¡Mierda! ¡He pinchado una rueda, me cago en todo! ¡Justo ahora que estaba cansadísimo y tengo un hambre increíble!
Le da una patada a la rueda, se hace daño en el pie, coge el gato, cambia la rueda, de los nervios se le ha olvidado ponerse el chaleco así que la policía le multa, cierra la puerta con fuerza, casi se la carga, suelta unos cuantos insultos y llega a su casa. - Hola, cariño ¿qué tal el día? -¡No me hables!¡No sabes lo que me ha pasado!¡He pinchado una rueda y me han multado, ahora tengo que llevar el maldito coche al taller, y espero que cuando vuelva esté la cena hecha!
1er hombre, con actitud apacible y positiva: -¡Vaya! ¡15 años sin ningún percance y he pinchado una rueda! Bueno, menos mal que he podido aparcar aquí, y no ha sido en medio de la carretera.
El hombre se va al maletero, se pone el chaleco, coge el gato, cambia la rueda mientras canta una cancioncilla que hay puesta en la radio, y vuelve a su casa. Cuando llega, su mujer le pregunta: -Hola cariño, ¿qué tal el día? - Pues mira, después de tanto tiempo hoy he pinchado una rueda, qué le vamos a hacer. Ahora llevo el coche al mecánico para arreglarlo.

Bien, creo que no hace falta decir nada más. Este es mi secreto para encontrar la felicidad, y ahora ya lo sabéis. Espero haberos hecho pensar.

¡Un beso de esquimal!